"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

21 de diciembre de 2010

▪ The End of the World



Empieza con una tormenta el fin del mundo. Puede venir cualquier noche. Y hay que rezar antes de dormir para estar preparado. Y hay que rezar aunque no sea el fin del mundo, que a la mañana siguiente mamá o papá pueden estar muertos, se mueren durmiendo. Empieza con una tormenta el fin del mundo, mientras todos están durmiendo y suena un trueno despacio. Y relampaguea un refucilo, pero todas las ventanas están cerradas y nadie lo ve. Después empieza a gotear la lluvia. Y un poco más de truenos, como una tormenta, pero nada más. Hasta que empeora de veras, y mamá se despierta para cerrar las canaletas que no se inunden los canteros, y mira porque hay refucilos, muchos juntos, que de golpe parecía de día y se ve todo en el patio, hasta las gallinas duras en el fondo, todas mirando paradas en el gallinero. Y los truenos más fuertes de a poco hasta que uno es como un cañonazo y ya no hay nada que hacer: cae un rayo lleno de electricidad que se hunde en el medio de la plaza y la tierra se parte como un pedazo de carbón. Y un chico le preguntó a la Hermana Mercedes si la lluvia no apagaba el incendio y ella contestó que «era peor», porque «era una lluvia de gotas de fuego», que entonces yo no sé dónde nos metemos, porque se irán quemando las casas como sánguches de arriba por la lluvia y de abajo por la tierra encendida y se viene todo abajo.

La traición de Rita Hayworth, Manuel Puig






18 de diciembre de 2010

▪ Making your Choice



YUGO Y ESTRELLA

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso,
de mí y de la Creación suma y reflejo,
pez que en ave y corcel y hombre se torna,
mira estas dos, que con dolor te brindo,
insignias de la vida: ve y escoge.
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
hace de manso buey, y como presta
servicio a los señores, duerme en paja
caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
cual la lumbre nació de la montaña,
ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
como que riega luz, los pecadores
huyen de quien la lleva, y en la vida,
cual un monstruo de crímenes cargado,
todo el que lleva luz, se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
buey vuelve a ser, y en apagado bruto
la escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
como que crea, crece!
Cuando al mundo
de su copa el licor vació ya el vivo:
cuando, para manjar de la sangrienta
fiesta humana, sacó contento y grave
su propio corazón: cuando a los vientos
de Norte y Sur virtió su voz sagrada,—
la estrella como un manto, en luz lo envuelve.

Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
se oye que un paso más sube en la sombra!

—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
que puesto en él de pie, luzca en mi frente
mejor la estrella que ilumina y mata.


José Martí





 

12 de diciembre de 2010

▪ There's No Escape



SIN ESCAPATORIA

Las cosas más raras suelen pasar de noche. Y esa noche de verano no fue ninguna excepción. Esperanto estaba en su terraza, contemplando los astros y el vacío cósmico, cuando de repente se dió cuenta de que muy pronto iba a dejar de estar solo: algo empezaba a acercarse.

Primero oyó unos ruidos extraños a lo lejos, un murmullo distante que no lograba descifrar. Parecían voces, pero no hablaban un idioma que él conociera. Después descubrió que lo que se acercaba era mucho más que simples voces, porque el suelo comenzó a vibrar despacio y las hojas de los árboles empezaron a mecerse.

Esperanto recordó aquél corazón que habían enterrado en el parque y pensó que no podía ser posible. Un corazón enterrado no podía vengarse de ninguna forma. A menos, claro, que siguiera vivo.

Y con cada latido del corazón de Esperanto se fueron apagando a lo lejos las luces de la calle, una por una, a medida que eso otro se iba acercando. Y a medida que la distancia que los separaba se iba acortando, el murmullo crecía, los árboles empezaban a agitarse enfurecidos y el suelo temblaba con más y más violencia.

Esperanto dejó de buscar una respuesta en los astros y miró a su alrededor incrédulo. Ya quedaban pocas luces en la calle. No había escapatoria. Tan sólo una cuadra. Y eso otro no se detenía.

Por un momentó Esperanto creyó que nada iba a pasar. Que esa fuerza extraña seguiría de largo. Pero cuando finalmente llegó a los cimientos del edificio, lo rodeó y comenzó a trepar, a arrastrarse por las paredes, haciendo estallar todas las ventanas y tirando todas las macetas a medida que subía. Eso otro definitivamente lo buscaba a él. Y no había forma de detenerlo.

Con miedo y sin entender del todo lo que hacía, se acercó al borde de la terraza. Quería saber de una vez por todas qué era lo que pasaba, qué era lo que lo acechaba esa noche. Y en seguida lo supo. En el momento en que Esperanto asomó su cabeza para mirar hacia abajo, eso otro llegó a la cima y se produjo el encuentro.

Cuerpo y corazón, otra vez unidos.

(2010)