"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

26 de diciembre de 2013

▪ The Limits of our Being



HIPÓTESIS: la imposibilidad de ser todo

Hay una angustia que surge de la imposibilidad de vivir todas nuestras vidas. Quiero decir, uno mira la película Mr. Nobody y siente angustia. No es algo nuevo este planteo de que a cada instante vamos forjando nuestro camino, vamos marcando el sentido (en todo sentido) de nuestra vida. Y claro, por supuesto que sí, todas las decisiones que tomamos están bien. Somos lo que tenemos que ser porque somos lo que somos. Lo que decidamos va a estar siempre bien. Somos todo lo que decidimos ser y hacer, a cada instante. Eso se entiende bastante fácil, pero se complica cuando agregamos un índice de polaridad negativa. Porque también somos todo lo que decidimos no ser y no hacer, pero no somos ni podemos ser todo lo que no decidimos ser o hacer. Es decir, si decido no ser astronauta, eso seré: una persona que no es astronauta. Pero si no decido nada con respecto a ser director de cine, presidente de una compañía o profesor de gimnasia, entonces todo eso queda ahí, flotando en el espacio de las posibilidades. No digo ni sí ni no, no decido. Dicho de otro modo, en la vida vamos tomando decisiones todo el tiempo y eso va marcando lo que somos y lo que no somos, pero hay muchas otras cuestiones que no decidimos y ahí, en todas esas decisiones no tomadas, hay una potencialidad de vida comprimida, reprimida, oprimida. Por eso digo que ser todo es imposible. Y ahí es cuando brota la angustia. Tratemos de verlo desde un punto de vista más concreto y puntual. Dejemos de lado aquellos casos en los que no tomamos ninguna decisión y entonces todo queda atascado en esa posibilidad eterna e inalcanzable. Concentrémonos solamente en aquellos casos en que decidimos algo, ya sea actuar o no actuar. Lo que quiero decir es que al tomar una decisión determinada, siempre hay por lo menos otra decisión que no vamos a poder tomar nunca: la contraria. La vieja noción de "valor", de que algo es todo aquello que lo demás no es. Por ejemplo, si mi amigo de la infancia elige estudiar medicina al terminar la secundaria y elige no estudiar otra carrera, ya no podrá nunca más elegir estudiar ingeniería informática al terminar la secundaria, con todos los cambios que eso conllevaría para su vida. Y entonces, brota la angustia. Si años después elige dejar para siempre la carrera de medicina y empezar ingeniería informática, ya no podrá recibirse de médico. Y entonces, brota la angustia. Cada vez que decidimos hacer algo, estamos descartando la opción de no hacer eso mismo. Y a la inversa, al decidir no hacer algo, descartamos la opción de hacerlo. No puedo decidir abrir y no abrir la puerta. Es una opción o la otra. La abro o la dejo cerrada. Y con cada decisión que tomamos, nos estamos perdiendo de esa otra vida que eclosionaría de repente ante la decisión contraria. Es un camino o el otro. Y entonces, brota la angustia. Y es terrible pensar que esto se desencadena constantemente, con todas y cada una de las decisiones que tomamos, hasta la más pequeña. ¿Dormir la siesta? ¿Sí o no? ¿Sí? Bueno, preparate entonces para no atender esa llamada laboral que iba a cambiar por completo el curso de tu vida. O preparate para no conocer a esa persona con la que te ibas a cruzar en la esquina si salías a comprar lo que te había pedido tu vieja. O preparate para evitar la muerte, que te esperaba a diez cuadras, de camino a la facu. Y todo eso está ahí, latente, al preguntarnos "sencillamente" si dormimos o no la siesta. Entonces, es lógico sentir angustia cuando nos planteamos todo este delirio en algún punto de nuestra(s) vida(s). Si tenemos suerte y la maduración suficiente, sabemos que está bien que las cosas sean como son, y eso nos tranquiliza. Sabemos que es bueno y saludable que nuestras dimensiones tengan un límite y no nos permitan abarcar una multiplicidad de planos. Que seamos en función de nuestra capacidad. Pero en algún punto no podemos evitar tomar conciencia de esa potencialidad negada, de esa infinidad de experiencias que jamás podremos vivir por culpa de nuestros límites, de ese mundo que se nos escurre a cada instante, de la imposibilidad de ser todo, de concretizar hipótesis, y es ahí cuando brota la angustia.

(2013)


11 de octubre de 2013

▪ Looking for Living



EL QUE BUSCA

El que busca, el qué busca. ¿Él qué busca?

Dicen que el que busca, encuentra. Pero el punto es que, una vez realizado el hallazgo, se sigue buscando. Aparentemente hay una búsqueda constante e irremediable, que nunca llega a su fin. O mejor dicho, hay muchas búsquedas, pero siempre hay al menos una. El estado de búsqueda es permanente. ¿Quién puede no buscar nada? Hay algo ahí, pendiente, adelante, que no sabemos dónde está y hay que buscarlo, hay que encontrarlo. Pero nunca terminamos de encontrar todo. Siempre estamos buscando algo más. Va pasando el tiempo y vamos buscando. Distintas cosas, personas, a veces lo mismo, a veces uno mismo, una y otra vez, no importa. Porque cuando se encuentra, se pierde. Cuando por fin, entonces. Algo nuevo por buscar. Buscar, encontrar y perder. El ciclo es constante. Dicen que el que busca, encuentra. Pero nadie dice que el que encuentra, pierde. The art of losing isn't hard to master, decía ya Elizabeth Bishop. La pérdida como arte, como acto cotidiano y como habilidad perfeccionable. Perdemos y nos perdemos en todo momento, al mismo tiempo que buscamos y nos buscamos. Reflexiva y recíprocamente. Yo busco y me busco y te busco. Te busco a vos, libro, lapicera, amor, sueño, país. ¿Dónde los dejé? ¿Dónde están? Y la cantidad de cosas por buscar es infinita en tanto el tiempo es tiempo, en tanto los minutos avanzan, en tanto vamos dejando de ser quienes somos, segundo a segundo. Si nosotros mutamos, lo que buscamos también. La búsqueda no cesa y es en medio de todas las búsquedas, o de esta gran búsqueda, que me pregunto si las historias terminan alguna vez de escribirse. Y creo que no, que las historias se escriben eternamente. Incluso antes y después de todo. Porque las historias se escriben y escribir es buscar y buscar no tiene fin. Las historias y las vidas son búsquedas infinitas. Una vida puede terminar y sin embargo persistir. Una historia puede tener un punto final y sin embargo no estar acabada. Si yo escribo o cuento una historia, incluso si elijo decir absolutamente todo y no guardarme nada, siempre va a ser un relato parcial, va a ser solamente el fragmento que yo encontré, que yo conocí. Y va a quedar siempre algo más por escribir, algo más por buscar. Así es, las historias nunca terminan de escribirse ni de buscarse. Me pregunto, entonces, qué sentido tiene todo si estamos condenados a la búsqueda eterna. Y al no encontrar respuesta (y verme condenado a continuar con la búsqueda), me digo que no, que nada de eso importa, que da igual, que vivir es buscar y buscar es vivir, que yo escribo para buscar, para encontrar, para perder y para seguir buscando. A mí, a vos y a todos.

El que busca, encuentra.
El que busca, pierde.
El que busca, vive.

(2013)


19 de septiembre de 2013

▪ Fearlessly Scared



PATOLOGÍA: Miedo a no tener miedo

La verdad es que se siente un pelotudo. Miles de veces le han preguntado a qué le tiene miedo y no sabe qué responder. La verdad es que no tiene miedo a nada, excepto a no tener miedo. Le aterra la idea de que nada le cause temor, miedo, pánico. Y que lo único que le genere esas sensaciones sea una idea lo hace sentirse un pelotudo. La verdad, entonces, no es que no tenga miedo a nada. Sí hay algo que le da miedo. ¿Pero cómo explicarlo? Imaginate la situación más banal que se te ocurra y agregale la pregunta "che, Facu, ¿a qué le tenés miedo?". Y ahora arreglátelas para responder espontáneamente que lo que te da miedo es no tener miedo y, acto seguido, preguntá por el pronóstico para los próximos días, como si nada. La verdad es que se siente un pelotudo. A simple vista suena paradójico. Suena a encrucijada. Pero la realidad es así. Así de patológica. A veces inventa cosas para salir del paso, que tiene miedo a las serpientes, a los tiburones, a los turistas o a la mayonesa. Lo único que quiere es cambiar de tema cuanto antes, para que no se note que está mintiendo, que tan mal le sale (¿miedo a la mayonesa?), y para no verse obligado a explicar su terror por su ausencia de terror. Bastante loco, ¿no? Parecería hasta desafiar las leyes de la lógica. Si le da miedo que nada le dé miedo, debería despreocuparse porque entonces hay algo que le está dando miedo, con lo cual no debería tener miedo a no tener miedo a nada. Pero al mismo tiempo, si hay algo que le da miedo y por ende se anula su miedo a que no haya nada que le dé miedo, volvemos a la situación original de no tener miedo, que es precisamente lo que le da miedo. ¡Ajá! No hay escapatoria. La verdad es que se siente un pelotudo. Pero ¿qué culpa tiene? Si los miedos uno nunca los elige.

(2013)
 
 

31 de agosto de 2013

▪ Silent Writing

  
  
EL PORQUÉ DE LA PRESUNTA FALTA DE ESCRITURA

A ver, no es que yo me esconda.
Lo que quiero decir es que
lo que quiero decir ya está dicho y por eso no escribo.

Es decir, no hay palabras nuevas que quiera decir y que esté ocultando. Pero eso no quiere decir que ya no pase nada, ni tampoco que pase siempre lo mismo.

A ver, que no escriba no quiere decir que me esconda. Cuando pasa algo, algo distinto al pasado, y me nacen esas ganas de decirlo y de plasmarlo, lo digo, lo empiezo a contar, le empiezo a dar forma. Pero por lo general sucede lejos del papel. Quiero decir, sucede mientras estoy haciendo otras cosas. Cuando estoy frente al papel, no suelen pasar cosas que quiera contar. Ya no. Cuando estoy frente al papel (en principio) sólo estoy frente al papel. Entonces, si cuando pasa algo es porque no estoy frente al papel, la única forma de escribirlo es mentalmente. Hablo solo. Pienso la literatura que vivo. Me narro. Pero surte el mismo efecto, porque puedo decir no, eso no, lo borro, lo reescribo y toma forma, lo digo y ahí queda, ahí está,
lo he dicho.

Lo que quiero decir es que el problema surge cuando finalmente estoy frente al papel. El problema surge cuando ya pasó lo que pasó, ya se dijo, ya se escribió sin tinta. Todo en el pasado. Quiero decir que cuando me siento solo frente al papel ahora (¿qué quiero decir? ¿sentarme? ¿sentirme?), cuando me siento solo ahora, en el presente, y quiero decir lo que pasó, siento que ya está dicho y que no tengo palabras nuevas que decir. Y si de todos modos intento decirlo, suena a reescritura, a copia de original, suena forzado, y eso es algo que detesto. Por eso digo que no es que yo me esconda. Es que encontré una nueva forma de escribir sin escribir.

¿Y este texto? Cuando me pasó lo que me pasó para escribir esto, no lo escribí de inmediato. Me estaba duchando. El agua, el papel y la tinta no son una buena combinación, no se llevan bien. Evidentemente no podía ponerme a escribir ahí mismo, en el sentido tradicional de escritura. Pero sí podía ponerme a narrar. A plantear la problemática y desarrollar las ideas hasta quedar satisfecho. Usar tal o cual recurso. Tejer un texto perfecto y naturalmente perfeccionable de manera oral. Pero luego ya no podría plasmarlo por escrito. No podría volver a decir lo ya dicho. Entonces dije no, no lo voy a escribir acá, ahora, en la ducha, no, y me quedé sólo con el título. Me forcé a pensar en otras cosas, pero a retener la idea. Algunas palabras se me escaparon al principio y evidentemente acá no están, ya fueron dichas, pero me forcé a pensar en otras cosas y ahora sí, acá, frente al papel, recordé el título y me puse a escribir.

Lo que quiero decir es que
hoy me senté frente al papel y escribí para que vean que no me escondo, que lo que no digo es sólo porque ya está dicho y que en definitiva lo que trasciende

es todo
lo que quiero decir.

(2013)
       
       
        

9 de abril de 2013

▪ Morphology of Thought



INMATERIAL E IMPOSIBLE

pienso
en que pienso
en qué pienso
cuando te pienso

pienso en un globo
que flota imposiblemente
solo
en medio del océano
lejos de todos o al menos
de mí

pienso en un globo inmaterial
un globo que no tiene forma
y pienso también
en que es imposible
materializar un globo
si forma no tiene

y no me conformo
si pienso en qué forma
posiblemente se forma
si te pienso en forma de globo
y no encuentro forma
de formarte si te pienso

y es así que
cuando te pienso
no te pienso
si te pienso
inmaterial e imposible
como un globo en medio del océano

(2013)
 

  

18 de marzo de 2013

▪ Excuses to Cry

 
 
COMME AU CINÉMA, COMME UN SCANDALE

dans la chambre ne parvenant pas à dormir
parce que doucement bruissant dans le commerce
des langues, salives métissées tu m'as écarté
de quelque mots d'amour sans mystère de cette façon
comme au cinéma: un montage de sentiments
et un amas d'affects je me remémore ce que je dis
de ta peau trop délicatement familière ou rompue
aux effets ou innocente, ce lit dépensier j'y pense
dans cette nuit soudainement prise de vitesse
quand j'ai été prétexte à pleurer: c'est un scandale
qui fonctionne bien de temps en temps pour
un très célibataire comme moi

Les Passions du samedi, André Roy

 
 

2 de febrero de 2013

▪ Is it Really Fiction?



DEL LADO DE ACÁ Y DEL LADO DE ALLÁ: ¿Realidad o ficción?

¿Qué tan conectadas pueden estar la ficción y la realidad? ¿Eso que escribo o leo, y eso que veo al levantar los ojos del papel? Un diccionario me diría que son cosas opuestas, me diría que la ficción es aquello que no es real y la realidad es aquello que no es ficción. Pero la ficción siempre es parte de la realidad. O bien, para los que creen en Maya, la realidad es siempre parte de la ficción. Pero dejemos el hinduismo de lado por un momento y optemos por no creer que todo es una ilusión. Optemos por creer que en verdad existimos y que somos reales. Lo irreal es aquello que no existe, pero las historias y los libros existen de verdad, colman las bibliotecas, son de carne y hueso, o menos metafóricamente, de tinta y papel. Este papel que estoy escribiendo es real. Lo toco, está acá, lo puedo sentir. ¿Acaso no ves estas letras? Estas letras que leés son reales. Las escribo yo, que soy real. Las escribo yo, sentado en mi escritorio, un viernes a la madrugada. El escritorio es real, el viernes es real, la madrugada es real, todo es real. Si no fuera real lo que escribo, no lo podrías leer. Y entonces ¿cuál es el límite entre la realidad y la ficción? ¿Es verdad que la ficción es todo aquello que se crea en la mente y que solo existe allí? No completamente. ¿Y cómo se mide la existencia de lo real y lo irreal? Si escribo una historia y digo que transcurrió el 8 octubre de 2011, ese día es real, fue real, no pude inventarlo. ¿Entonces en la ficción no todo es ficción? ¿Cómo separamos en una ficción aquello que es real de lo que no es real, si no lo fuera? ¿Y si creo un personaje? ¿Ese personaje es ficticio? ¡Pero yo lo creo! ¡Le doy vida y existencia! ¿Cómo no va a ser real? ¿Hasta qué punto podemos inventar cosas? ¿Y quién dice que lo que se inventa no es real, en algún plano? ¿Acaso lo que nos motiva a escribir no son siempre hechos reales? ¿Acaso no nos enamoramos de frases extraídas de la literatura (como quien dice, en última instancia, extraídas de la vida misma) porque se entrelazan con la realidad, con nuestra propia realidad? ¿No nos gusta identificarnos con los personajes y sus ideas? ¿O acaso tampoco somos reales nosotros? Si nuestro mundo se confunde con el mundo que está dentro del libro, solo hay dos opciones: todo es realidad o todo es ficción. Los mundos no se pueden separar. Si lo que escribo es una prolongación mía y yo soy real, mi texto también. Tan real, tan reales son los textos, que muchas veces se forman lazos misteriosos entre los mundos. Hay vértices mágicos donde se doblan los espacios y por momentos no sabemos dónde estamos. ¿Del lado de acá, del lado de allá? ¿Realidad o ficción? En verdad hay un solo lado, un único lugar; ese vértice es una ilusión. Vivimos en un solo plano. ¿Ficcidad? ¿Realicción? La separación no existe. En algún punto ambos elementos se fusionan. Cómo se puede explicar, si no, que de repente aparezcan japoneses atrás de mí, en la fila para esperar el colectivo, si estoy en la Argentina, en mi pequeño pueblo, donde la posibilidad de encontrar extranjeros es bastante reducida, cómo es posible que eso suceda exactamente cuando me dispongo a leer Stupeur et tremblements de Amélie Nothomb mientras espero el colectivo, cuando la autora me habla del ôchakumi y me nubla la mente con nombres como Saito, Unaji, Mizuno, Okada, Fubuki, Omochi o Tenshi. Leo sobre un personaje “ficticio” (aunque la novela tenga una carga autobigráfica) que trabaja en una empresa japonesa y es como si de repente los japoneses salieran del libro, como si las letras saltaran fuera de las hojas y al caer y tocar el suelo crecieran y se convirtieran en esas cuatro personas reales que hablan japonés, pero fuera del libro, a mi alrededor, y ¿entonces? Japón existe. Yo existo. La mente de la escritora existe. Las historias existen. Todo es real. Nada es ficción.

Alguien por allí a lo lejos susurra la palabra “verdad”. Dice que la ficción es aquello que no es verdad. Lamentablemente y por fortuna, las mentiras reinan en todas partes, en todos los mundos, en el único mundo, en la realidad ficcional, en la ficción real, en la vida misma. Y la verdad es todo, incluidas las mentiras, que siempre son reales y verídicas. Ya no hay lógica que reconforte a estos pensamientos. Ya no hay forma de escapar. Al diablo con la sección especial de ficción en las bibliotecas. Al diablo con todo. Siempre vivimos la ficción, en ficción, por la ficción y gracias a la ficción. Siempre escribimos desde la realidad. 

(2013)
 
 

1 de enero de 2013

▪ Writer vs. Words



Ils ne sont jamais neutres, les mots, ils déforment tout, ils nous chassent des pays merveilleux de l'enfance, ils nous circonscrivent, nous limitent et nous censurent et quand nous entrons dans une langue, nous ne savons pas dans quoi nous entrons, mais c'est une religion, c'est une cathédrale, c'est une maison, c'est un vêtement et nous aurons beau faire et beau nous débattre, nous sommes pris. Il n'y a plus de pureté possible, le regard s'amenuise, l'œil ternit, on nous aveugle lentement et notre seul effort doit consister à retrouver la vue, à réapprendre à voir, mais entre nous et ce que nous sommes vraiment se tient la barrière de milliers de mots, avec leur histoire, leur découpage, leur référents, leur poussière, leur passé, leurs déformations, leur tristesse. Et la seul issue pour moi actuellement c'est la fuite accélérée de cela qui me rejoint toujours, qui me rejoint tellement vite, qui se jette sur moi et m'empêche de voir, qui me bouche la vue, qui me bouche la liberté. Je ne veux pas devenir aveugle. Il n'y a personne au monde qui puisse me donner ma liberté, pas même les plus grands ni les plus libres des hommes, parce que le mot grand et le mot libre et le mot homme sont encore des mots. Je déteste les mots, tu sais, oui je suis écrivain et je déteste tous les mots qui me poursuivent et me harcèlent et me persécutent et le mot écrivain est un de ceux-là parce que c'est quoi ça, être écrivain, penses-tu? Est-ce que je suis écrivain quand je te parle, quand je prends l'autobus, est-ce que je suis écrivain dans mon bain, quand je mange ? Et toi qui me prends pour un écrivain, qu'est-ce que tu penses que je suis, un mot?

Voyage en Irlande avec un parapluie, Louis Gauthier