"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

28 de febrero de 2012

▪ Tout le monde devient fou



Moi j'aspire à l'éternité et je la veux, je sais qu'elle existe et je sais où elle est, à l'instant où je te parle. Plus loin, plus haut, plus bas, plus près, que m'importe, le mot "éternel" est une invention qui nous détourne de l'éternité. L'éternité est dans ce qui entre en moi et ce qui sort de moi trop vite pour que je le sache. Fou, oui, tu le sais aussi bien que moi, tout le monde devient fou. Les écrivains, les artistes, les chercheurs deviennent fous, et ceux qui ne deviennent pas fous demeurent ce qu'ils sont, des gens ordinaires et heureux de courir au dépotoir de l'espèce sans jamais avoir frémi d'horreur et sans avoir connu l'extase et qui meurent sans jamais être morts et qui sont effacés sans laisser de traces. Parfois je les envie de vivre dans cet univers pleins de sens, avec la mesure de l'argent, l'ubiquité du politique, les facilités du sexe et le repos de la distraction. L'éternité est sans mesure, comment pourrions-nous en parler? La poésie n'est pas donnée à tout le monde, il faut d'abord faire la conquête du silence et faire taire la voix de tout ce qui en nous n'est pas de nous. Les mots sont de trop. Nous parlons trop, nous lisons trop et nous écrivons trop. Nous donnons du sens à ce qui ne devrait être que du son. Les Orientaux ont raison: mantras et silence.

Voyage en Irlande avec un parapluie, Louis Gauthier


17 de febrero de 2012

▪ Out of Memory

  
  
PATOLOGÍA: Miedo al olvido

No me acuerdo exactamente cuándo sucedió, pero una vez soñé eso, que tenía un accidente o algo así (ya no recuerdo con precisión el sueño) y al final estaba todo bien, pero ya no me acordaba de muchas cosas, perdía la memoria, ya no sabía francés, mi inglés era espantosamente básico y había muchas personas de las que no me podía acordar. Qué trágico, ¿no? Pero a Martín le pasó, el hijo del padrino de mi hermana. Cinco años de ingeniería industrial esfumados, por ejemplo. O seis, ya no me acuerdo exactamente en cuántos años hizo la carrera. Por suerte la amnesia solo le duró un tiempo y después recuperó la memoria, pero el punto no es ese. Podría contarles también de la tarjeta de memoria de mi cámara digital que murió hace unos días y junto con ella, todas las fotos de Canadá (que me rehusaba a borrar), que igualmente tenía en la computadora guardadas (aunque no recuerdo cuántas eran en total), pero que de un momento a otro dejan de estar ahí, como los recuerdos, error de tarjeta, como quien dice de cerebro, no se pueden recuperar los datos, se esfuman y entonces la nada. Pero la cámara digital no importa, tampoco es ese el punto. El punto es el olvido. Eso es lo que da miedo. Y al mismo tiempo, intriga y curiosidad. Porque también puede ser un alivio olvidar ciertas cosas, borrar algunas pinceladas del pasado, tener que empezar de cero con un lienzo en blanco, aprovechar las nuevas oportunidades, sin un camino ya marcado que nos guíe siempre en la misma dirección. Pero claro, con todo lo malo también se va lo bueno y he ahí el dilema. Se va lo que somos hoy por hoy, todo lo que aprendimos, todo lo que crecimos, nuestros vínculos, los momentos compartidos. Desandamos el camino, perdemos lo que habíamos ganado. Y hay cosas que ciertamente no queremos olvidar. Por eso el miedo y la incertidumbre, el desasosiego y la duda. Porque en definitiva hoy somos en consecuencia de lo que fuimos. Sin el pasado, el presente no tiene sustento. Sin el pasado, no nos queda más que empezar a construir un nuevo pasado a partir del presente. Borrón y cuenta nueva. Ahora bien, uno puede tener miedo de olvidar, pero también miedo de que lo olviden. Los que temen ser olvidados, suelen temer también a la soledad. Los que temen a la soledad, muchas veces necesitan un cambio de vida radical. Los que necesitan un cambio de vida radical, suelen negar el miedo. Los que suelen negar el miedo, se quedan estancados. Los que se quedan estancados, terminan siendo olvidados. ¿Y todo esto a qué viene? ¿De qué estoy hablando? ¿De un sueño, de una cámara de fotos o de la realidad? ¿A dónde quiero llegar? ¿De quién estoy hablando realmente? ¿Y por qué tantas preguntas? ¿A qué le tengo miedo yo? ¿Y los demás? ¿Al olvido? ¿Vos a qué le tenés miedo? ¿No es peor, acaso, tenerle miedo a los recuerdos?

(2012)
  
   
   

14 de febrero de 2012

▪ Goodbye Dream

 
 
DESPEDIDA ONÍRICA

Soñé
Que no querías
Pero tenía que irme
Tenía que dejarte
Y en el momento
De decir adios
Nuestros labios
Se juntaban
Por primera vez
Solo un segundo
Y a partir
De ese instante
Los dos sabíamos
Que finalmente
El árbol
Dejaría caer sus hojas.
Los dos sabíamos
A partir
De ese instante
Que era falsa la despedida
Que no me iba al irme
Que te llevaba conmigo
Que me quedaba con vos.

Pero todo fue
Solamente
Un sueño.

(2012)
 
 
 
  

12 de febrero de 2012

▪ It's Time to Break



BROKEN, FUNNY, FOOL

La verdad es que a esta altura las coincidencias o casualidades no me asombran ni me sorprenden en lo más mínimo. Pero resulta que hay una sopa de letras psicológica dando vueltas por Facebook y se supone que las tres primeras palabras que lográs encontrar te describen tal cual sos. Es obvio que es una pelotudez gigante como una casa. No obstante: broken, funny, fool. Y es gracioso porque ya hace un par de días que reflota en mi cabeza Magnus con su discurso de everybody’s broken, en The Accidental. Discurso trillado, lo sé. Pero por más negativo y deprimente que pueda ser, hay momentos en los que no me deja en paz la idea de que sí, Magnus is right, we are all broken, one way or another. We all get to the point when we do something, we say something, we think something, and that’s it. Done. We are doomed. We get broken. We simply go and do something that is wrong, even if no one is to blame for it. But why? We just do it the wrong way, because we don’t we can’t know any better. And so we lose control, we do our best and we end up smashing to the floor. Crash. Broken. Just like that. And we cannot be glued back together. Some of us get broken even by inaction, by not doing something, by standing still in the eye of the storm, by missing our chances. That is also wrong. It’s as if you simply began to dry and harden and you reach a point when you’re no longer flexible enough to survive and you just break. And that’s it. We are all broken, for one reason or another. We cannot help it. From the moment we are born, we live to break, we grow to break, that’s our fate. We don’t ever know it, but we’ll eventually break. And everybody around us will break too. Look at mum, or dad. Look at your friends, anyone around you. You can lie to yourself (and thus you can keep on breaking into smaller pieces) and think that they are all fine, that they are forever happy, that there’s nothing wrong with them, that their hearts beat full of utter bliss. Yet, that is not true. Life wouldn’t make any sense if that was all that there is to it. So we just have to accept it. Everybody breaks. Because it’s just too hard to stay in one piece when life reveals its true nature, when life is life. Even those who seem to lead perfect lives, those who seem to flawlessly grow older and wiser, they are also breaking just because of that, because of being perfect when we are not, when we are inherently flawed. Unless you believe that being imperfect is what makes us perfect (duh!), you have to face it. It's not possible. We cannot be perfect, so we end up breaking if we try to be, but we also break if we are not. We cannot help it. We are all fragile and we must accept it. That can't be changed. Human beings break. Humanity is doomed. There’s no way out.

(2012)


  

10 de febrero de 2012

▪ Endless Night

  
  
SEMPRE NOTTE

La mia squallida
vita si estende
più spaventata di sè

In un
infinito
che mi calca e mi
preme col suo
fievole tatto.

Giuseppe Ungaretti



SIEMPRE NOCHE

Mi escuálida
vida se extiende
más espantada de sí

En un
infinito
que me pesa y me
oprime con su
débil tacto

Traducción de Rodolfo Alonso
  
  
  
  

7 de febrero de 2012

▪ Washing it All Away

 
 
DOÑA POCHA BALDEA LA VEREDA

Bien tempranito se despluma el perturbador y doña Pocha lo inacciona como de costumbre, con un golpecito suculento en la parte superior, que tiembla peor que la gelatina en plena crisis nerviosa antes de ser fagocitada. A lo lejos canta un gallo. Después de mirar el techo unos cinco minutos, doña Pocha se retumba de la cama, se mulge el batón, se encuadrea las chancletas y pone la pava para los mates. Hoy es miércoles y le toca baldear la vereda. Día por medio lo hace, por culpa de la naturaleza. La muy inespúbila e inmodable le plantó dos fromíferas inmensas en la entrada, y junto con ellas, todas las palomas en las ramas y sus desechos en el suelo y polvo revoloteado por todas partes y ¿qué perro no se tentaría ante semejantes fromíferas, tan bien plantadas en la entrada? Entonces hay que baldear día por medio para que la vereda sea transitable, sostiene doña Pocha, con los puños en la cintura, mirando la calle desde la ventana.

Doña Pocha necesita al menos cuatro cosas para baldear. La primera, claro, es la escoba, para rafozarse de la tierra y de las hojas caídas y de los papeles (porque yo no sé, pero ¡siempre es un chiquero mi vereda, Filomena!) y también para bailar de a ratos una milonguita, cuando no pasa nadie por la calle y no la ven. La segunda, claro, un balde, preferentemente azul violáceo con manija negra. Pecado sería usar la manguera (por algo se llama “baldear”, ¿no es cierto, Filomena?) y derrochar mareas y calamidades por donde todos caminan y pisan y aplastan. La tercera, claro, el agua, indispensable para framelar con turgencia hidráulica todo aquello que no es vereda (porque uno freniega y freniega, pero ¡hay cosas que no salen con nada, Filomena! Créame lo que le digo, que llevo toda una vida haciendo esto). La cuarta, claro, la radio. A doña Pocha le encanta escuchar la radio mientras baldea, ponerla en la ventana y sintonizar unos lindos tangos (porque así una se siente acompañada, ¿vio, Filomena? Usted es como yo, usted me entiende). Con estas cuatro cosas, ya se puede comenzar a baldear como Dios manda, sostiene doña Pocha.

Ahora bien, es importante aclarar que a doña Pocha la quiere todo el barrio, excepto cuando baldea. Porque es así, ella siempre es generosa con todos, es amorosa por demás, flamea sonrisas todo el tiempo, excepto cuando baldea. Cuando baldea es mejor no acercarse bajo ningún concepto. Cuando baldea, te mira con un profundo odio cristalino, con una tempestad rabiosa que parece ascender por encima de su tosco cuerpo como una grufia mitológica intorcelada de tres cabezas, con una cara explícita de ni-se-te-ocurra-pisar-mi-vereda, con una verputialidad verdaderamente admirable capaz de desterrizar la cuadra entera. Cuando baldea, es mejor cruzar la calle, saludarla de lejos, preguntarle por Pancho, halagar la mañana y seguir viaje. Y siempre con precaución. No vaya a ser cosa que se vuelva a premorificar, como aquella vez con Josesito, pobre nene, qué culpa tiene él de que le guste ver cómo corre el agua despacito por las uniones entre las baldozas y cómo se va trifurcando en cada esquinita y se forman distintos caminos acuáticos que terminan siempre convergiendo y volviéndose a encontrar para volver a desviarse y desparramarse y avanzar incansablemente hasta llegar al cordón y caer a la calle, pobrecito él, Josesito, y qué locura la de doña Pocha, que tres vueltas manzanas se corrieron entre sí, escoba en mano y a gritos pelados, ¡pobre diablo!, con barro en las zapatillas y liricando amenazas de nalgueteo achancletado y ¡ya vas a ver, cuando lo vea a tu padre! Por eso, cuando doña Pocha baldea, mejor ser cauto, mejor estar lejos, o mejor aún no ser ni estar, mejor desexistir.

Cuando después del barrerío, el aguonazo y el frequeteo doña Pocha termina de baldear, pone sus manos en la cintura para contemplar mejor su impecable trabajo y descromea oblicuamente los ojos por la vereda, de una punta a la otra. Si considera que ha cumplido con su deber a la perfección, se le craquea una leve sonrisa en el rostro y mira triunfal hacia aquella esquina primero, donde está el quiosquito de Mari. Siente la brisa golpear suavemente su rostro y después mira hacia la otra esquina, donde los chicos del barrio juegan a la pelota todas las tardes. Entonces sí, ya terminó, ya puede sentirse orgullosa, ya puede agarrar la escoba y el balde y entrar a la casa, ya puede olvidarse de la vereda y de las fromíferas por dos días, ya puede seguir con las demás tareas domésticas como todas las mañanas, ya puede despertar a Pancho y cebarle unos ricos mates amargos, como a él tanto le gustan.

(2012)
 

 

2 de febrero de 2012

▪ Extraordinarily Empty

 
 
She wanted to go straight up to him and say, “Mr Carmichael!” Then he would look up benevolently as always, from his smoky vague green eyes. But one only woke people if one knew what one wanted to say to them. And she wanted to say not one thing, but everything. Little words that broke up the thought and dismembered it said nothing. “About life, about death; about Mrs Ramsay”— no, she thought, one could say nothing to nobody. The urgency of the moment always missed its mark. Words fluttered sideways and struck the object inches too low. Then one gave it up; then the idea sunk back again; then one became like most middle-aged people, cautious, furtive, with wrinkles between the eyes and a look of perpetual apprehension. For how could one express in words these emotions of the body? express that emptiness there? (She was looking at the drawing-room steps; they looked extraordinarily empty.) It was one’s body feeling, not one’s mind. The physical sensations that went with the bare look of the steps had become suddenly extremely unpleasant. To want and not to have, sent all up her body a hardness, a hollowness, a strain. And then to want and not to have — to want and want — how that wrung the heart, and wrung it again and again! Oh, Mrs Ramsay! she called out silently, to that essence which sat by the boat, that abstract one made of her, that woman in grey, as if to abuse her for having gone, and then having gone, come back again. It had seemed so safe, thinking of her. Ghost, air, nothingness, a thing you could play with easily and safely at any time of day or night, she had been that, and then suddenly she put her hand out and wrung the heart thus. Suddenly, the empty drawing-room steps, the frill of the chair inside, the puppy tumbling on the terrace, the whole wave and whisper of the garden became like curves and arabesques flourishing round a centre of complete emptiness.

“What does it mean? How do you explain it all?” she wanted to say, turning to Mr Carmichael again. For the whole world seemed to have dissolved in this early morning hour into a pool of thought, a deep basin of reality, and one could almost fancy that had Mr Carmichael spoken, for instance, a little tear would have rent the surface pool. And then? Something would emerge. A hand would be shoved up, a blade would be flashed. It was nonsense of course.

To the Lighthouse, Virginia Woolf