"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

20 de marzo de 2012

▪ There's Nowhere to Go



LA TRANSFORMACIÓN NÁUTICA

Fue un momento de descuido en el que todo cambió y el colectivo pasó a ser un barco. Las olas estaban inquietas y él tenía los ojos fijos en esa botellita que alguien había dejado tirada en el suelo. Y cada vez que el barco giraba, la botellita se deslizaba de un lado a otro: se hamacaba lentamente y lo hipnotizaba. Todos se mecían al mismo tiempo dentro del colectivo. Todas las cabezas se inclinaban primero hacia la izquierda y después hacia la derecha. Por eso estaba tan convencido de que era la marea la que causaba esa danza de cuerpos y agradecía al cielo estar sentado y no tirado en el suelo rodando como la pobre botella. Y de vez en cuando, una frenada brusca. Una ola gigante que rompía contra el barco. Algunas personas no podían soportar la transformación náutica y decidían escaparse y saltar al agua, dejar la nave y perderse para siempre. Pero él, ¿estaba dispuesto a saltar? ¿O seguiría inmóvil, hipnotizado, dejándose mecer por esa marea de asfalto? Y entonces pensó: ¿Saltar a dónde? Si había algo que recordaba perfectamente, era esa frase que simplificaba tanto la existencia humana: There’s nowhere to go. Miró a su alrededor y se convenció de que era cierto. Era una de esas frases que uno se encuentra de repente en un libro (o mejor dicho una de esas frases que lo encuentran a uno) y a partir de ese momento retumban en la cabeza, perdidas, en todas direcciones, con un eco fantasmal. There’s nowhere to go. There’s nowhere to go. Como si en medio del viaje en colectivo por altamar uno se preguntara: ¿Saltar a dónde? Y en ese mismo instante, sin saberlo, se cayera en nuestro dormitorio ese libro viejo de la biblioteca y al chocar contra el suelo se abriera justo en esa página, con esa profecía oscura y devastadora, que grita a las cuatro paredes que no hay ninguna salida, que no hay ningún lugar donde esconderse, que de uno mismo es imposible escapar. There's nowhere to go, una y otra vez. Y mientras él está hipnotizado por esa botella, que se acerca y se aleja en un balanceo constante, la gente alrededor suyo no soporta más y salta del barco, se tiran todos al agua, el colectivero abre muy gentilmente la puerta en cada esquina y todos saltan, todos huyen en busca de cambios, en busca de algo distinto. La gente no está satisfecha, necesita otras cosas, algo más, algo que no tiene. Pero ¿qué es lo que todos buscan? ¿Por qué se ahogan antes de tiempo? ¿En verdad creen que van a encontrar eso misterioso que tanto anhelan en otros lugares? El primer paso es calmarse y tomar distancia, cerrar los ojos. El segundo, aprender que no hay que ir de acá para allá en busca de la felicidad. Hay que construirla donde estamos, en este mismo lugar, en el barco, en el colectivo, en casa, en el trabajo, en el calabozo, en el libro. There’s nowhere to go. Aquí mismo es donde tenemos que estar. Aquí mismo es donde tenemos que ser felices. O de lo contrario, cargaremos con nuestro pesar y nuestra insatisfacción adonde sea que vayamos. Caelum non animum mutant qui trans mare currunt.

(2012)
    
    
    

No hay comentarios: