EL MUNDO
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Dijo que somos un mar de letritas.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de letritas.
Cada persona brilla con letras propias entre todas las demás. No hay dos letras iguales. Hay letras mayúsculas y letras minúsculas y letras de todos los colores. Hay gente de letra prolija, que ni se entera del paso del tiempo, y gente de letra loca, que llena los renglones con garabatos a toda prisa. Algunas letras, letras bobas, no dicen nada ni hacen ruido; pero otras resuenan con tanta fuerza que no se puede leerlas sin replicarlas, y quien se acerca, se inspira.
(2015)