"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

26 de septiembre de 2010

▪ Understanding is Time-bound



SOBRE GUSTOS… YO ESCRIBO

Hoy me di cuenta de algo que me inquietó un poco: si yo me hubiese encontrado con este blog cinco años atrás, no me hubiera gustado ni un poquito. Y es fuerte que tu yo-presente descubra que a tu yo-pasado no le hubiera gustado tu yo-futuro. Entonces, me pregunté si eso querrá decir que mi futuro va a ser algo que ahora, en el presente, no sea de mi agrado. Pero no, la culpa no la tiene —no la tenemos— ninguno de los tres (tres, como si en realidad no fuéramos millones, incalculables, eternos). Al yo-presente le gusta su yo-presente. Por lo tanto, al yo-futuro le va a gusta su yo-futuro. El problema está en el desfasaje temporal, en la mirada diacrónica. ¿Por qué no me hubiera gustado este calabozo, mi propio calabozo, tiempo atrás? Porque yo era otro y no me hubiera entendido. Porque con el paso del tiempo crecí, maduré, aprendí, sentí, razoné. Cambié tanto, incluso aunque siempre haya transitado el mismo camino y haya tenido la misma meta. Pero cinco años atrás me faltaba dar tantos pasos, que estas paredes no hubieran tenido ningún significado para mi yo-pasado. Y al entender eso, la inquietud original pasó a ser un lindo descubrimiento. Es lógico, pensé. A mi yo-presente no le va a gustar nunca mi yo-futuro, porque sencillamente no puede comprenderlo. La comprensión está atada a un instante fugaz de nuestra vida. Y no me refiero solamente a que, por ejemplo, algunas paredes están escritas en francés y cinco años atrás yo no entendía ni una sola palabra de ese idioma. O a que mi yo-presente lee los muros de este calabozo y distingue en las letras a Woolf o a Hesse, lo cual no hubiera podido hacer jamás mi yo-pasado. En parte sí, es cierto, eso influye. Pero lo que planteo va más allá de las limitaciones cognitivas. Me refiero a vivir y todo lo que esas cinco letras implican. Uno cambia por el solo hecho de existir. Cambia tanto y tan constantemente que no se da cuenta. Y cada cosa que vemos, hacemos, escuchamos, sentimos o pensamos nos transforma. Y escribir es algo tan personal, tan propio, que ¿cómo pueden gustarles nuestras producciones a otros? Es algo que sale de nuestro interior. Es revelar implícitamente nuestra esencia. Al escribir nos exponemos. Abiertamente. (Qué horror, dice mi yo-pasado; oraciones tan cortas, hasta de una sola palabra. No te preocupes, dice mi yo-presente; ya leerás a Hemingway y te apasionará.) Al escribir, construimos algo a partir de nosotros mismos: de lo que somos y de lo que no somos. Es imposible no estar presentes en todas y cada una de las letras que escribimos, incluso en la ficción. Y desde afuera pueden decir qué lindo, me encanta. O qué asco, no me gusta, es basura. (Como este texto, dice mi yo-pasado, que ni siquiera está dividido en párrafos. Es que la mente tampoco está dividida en párrafos, contesta mi yo-presente, y yo pienso así, caótico, y vos también, pero todavía no leiste a Joyce y te empecinás con las estructuras prolijas y el orden.) Ambas posibilidades, el gusto y el disgusto textual, lo sublime y lo asqueroso, conviven y están latentes en todos. Entonces, cada vez que alguien dice que le gusta lo que escribo se produce un verdadero milagro. Porque se da una conexión extraña, incalculable, que parece simple a primera vista, pero buscar su origen puede ser un gran desafío. Se da un entendimiento propio a partir de lo ajeno. Un reflejo humano que desintegra de inmediato toda instancia de temporalidad. Un eclipse. Una conjunción de planetas. Y quizás el otro no leyó a Hawthorne, pero igualmente entiende lo que escribo (no hablo del significado denotativo, sino del connotativo e icónico), porque vivió algo que yo no viví. O porque vivió lo mismo que Hawthorne y así llega a la misma meta, aunque por otro camino. Entonces, las redes del entendimiento se entrecruzan y forman un tejido interminable y las posibilidades de conexión son infinitamente diversas. Y la conclusión final es también inquietante: ¿cuánto me disgustará ahora mi yo-futuro? Mi yo-presente no lo sabe ni tiene forma de saberlo, pero espera que la respuesta sea mucho y que mi yo-futuro le parezca el ser más abominable del planeta.

(2010)



8 comentarios:

Miqui Brightside dijo...

por cierto
te recomiendo que escuches mas de migala, el grupo que te enseñé
está bastante bien!

Miqui Brightside dijo...

es este?
http://www.youtube.com/watch?v=77We-tPmScs

Ais. dijo...

Coincido plenamente en todo lo que decis y a su vez me planteo una duda: pensaste si a tu yo-futuro le gustará tu yo-presente?

Un saludo.
Ais.

miau dijo...

¿por eso sales del calabozo?

YESS dijo...

Y lo que te falta por crecer, aprender, vivir...
Cada día es un nuevo descubrimiento de uno mismo.
Besos Ed

Anónimo dijo...

Sí. Siempre hay algo de nosotros en lo que escribimos. Es porque lo percibido se subjetiva dentro de nuestras mentes.
Por momentos, por cosas que decías, me venía a la cabeza el gran Derrida.

Unknown dijo...

Qué linda entrada.
Joyce nos rompió los esquemas a todos.

: )

Ais. dijo...

Si, puede ser... Es logico que el yo-presente comprenda al yo-pasado pero eso no implica que te pueda gustar necesariamente, yo por ejemplo leo cosas de hace cinco años y la verdad son pocas las que me gustan, porque ya no me identifico con ellas. Como vos decis, cambiamos permanentemente, mejoramos, evolucionamos. Nuestra experiencia diaria nos vuelve mas sabios y nos cambia la visión de las cosas. Un ejemplo obvio y simple: A los quince leia a Becquer, por lo tanto mi poesia tenía la tendencia a ser de ese estilo, hoy la leo y pienso que es patética; la comprendo, si, pero reconozco que el nivel no es el mismo (no sé si habré mejorado mucho pero se que a Becquer no lo leo mas) Como diria mi padre: "todo es relativo"

Un saludo.
Ais.