"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

30 de enero de 2010

▪ Some Time All Alone



Sometimes I need some time on my own.

Sometimes I need some time all alone.
Everybody needs some time on their own.
Don't you know you need some time all alone?

‘Cause nothing lasts forever,
Even cold November rain.

November Rain, Guns n’ Roses







28 de enero de 2010

▪ The End is Soon to Come



PATOLOGÍA: Miedo al suicidio

Estaba sumergido de lleno en las páginas de El lobo estepario (¡qué maravilla!), pero cada tanto se distraía porque hacía mucho calor. Por eso, dejó de leer (se refregó los ojos, se puso de pie) y fue al baño. Se mojó la cara un poco (¡qué frescura!) y, con las gotas bajando por su rostro y los ojos cerrados, tanteó en busca de la toalla blanca. No la encontró. Abrió los ojos y miró con miedo lentamente hacia abajo. Allí estaba, en el suelo. La toalla, ya vieja, se había suicidado.

Ahí no más entró en pánico. Las gotas le caían y no tenía toalla. La había perdido para siempre. La tomó con cuidado y la enterró dejó en la pileta del lavadero. Corrió enloquecido al otro baño de la casa temiendo lo peor. Tristemente, esa otra toalla, que otrora había colgado desde lo alto, yacía ya sin vida sobre la pileta del baño. "Es el fin", se dijo con amargura. Agitado, siguió corriendo por la casa. En la cocina, una servilleta usada se había tirado caído de la mesada al piso. En la entrada, las llaves estaban al pie de la puerta, como si hubieran intentado saltar y quitarse la vida escaparse, sin éxito. En su dormitorio, algo de ropa yacía pálida y fría inerte en el suelo (claro que su angustia es entendible: se sentía usada).

Se detuvo frente al ventanal que daba al fondo y vio que las flores blancas del ciruelo también se suicidaban, una tras otra. "Hoy todo tiene que morir", se dijo. Pero en realidad no era una obligación, sino una voluntad: todo quería morir. En ese mismo momento, mientras todo caía y se desplomaba, temió profundamente (¡Dios no lo permita!) que se produjera un suicidio en masa, sin saber que en cuestión de pocos minutos (Dios permite todo) se largaría a llover.

(2010)






26 de enero de 2010

▪ We are our Own



A PAINFUL CASE

"He heard the strange impersonal voice which he recognized as his own, insisting on the soul’s incurable loneliness. We cannot give ourselves, it said: we are our own. (…) No one wanted him. He was outcast from life’s feast. He turned his eyes to the grey gleaming river, winding along towards Dublin. (…) He waited for some minutes listening. He could hear nothing: the night was perfectly silent. He listened again: perfectly silent. He felt that he was alone."

Dubliners, James Joyce





24 de enero de 2010

▪ Linguistic Conscience II



ESTADO DE CASO: desconcierto fonológico

Hoy había un hombre arreglando unas cosas en casa y comentaba que había trabajado mucho tiempo en Dream. Y me di cuenta de que yo no podría trabajar allí jamás. Lo que pasó fue que, claro, dijo Dream, con la "e" y con la "a". Y no tiene la culpa, todos lo dicen así, siempre se llamó así. Pero yo supongo y afirmo rotundamente que el nombre viene de la voz inglesa (porque así lo quiero: sueño) y me ofusco y sostengo que no tiene dos vocales, sino una. Una "i" larga y tensa. Pero esa vocal no existe acá (nadie la hizo existir) y entonces yo no podría trabajar en Dream. No aguantaría ni dos días. Cada vez que me preguntasen dónde trabajo, me revolvería estrepitosamente entre el inglés y el español y sin saber con cuál quedarme, huiría de la pregunta. Porque no quiero traicionar a la palabra, pobre, ¿qué culpa tiene ella de estar metida en otro idioma?, se merece su “i” larga y tensa (y sus demás fonemas); pero tampoco quiero ser infiel a mi lengua nativa, y entonces me digo que en mi boca tienen que estar la “e” y la “a”, aunque no signifiquen nada, y entonces me pregunto ¿a quién le estoy siendo fiel al pronunciar las dos vocales, si la palabra ni siquiera es española? Ahí es cuando pienso que la verdadera fidelidad está en la “i” ajena (pero el contexto lingüístico es otro, ¿no?). Y mientras tanto quedo como un pavo, porque la otra persona me mira y sigue esperando mi respuesta y empieza a preocuparse y teme haberme formulado una pregunta sumamente difícil, de alta complejidad, “¿dónde trabajás, che?”, pero en realidad no sabe... (¡Y no tiene la culpa!)

Parecerá bobo, pero para algunos termina siendo un barullo fonológico tremendo. Y en definitiva, palabras como “dream” no son más que fantasmas lingüísticos, monstruos mutantes que pasan de nación en nación y van perdiendo su colorido, no son más que voces grises y apagadas, voces calladas (¿o acaso saben todos los que allí trabajan que están soñando?). Por eso no sabría qué decir si me preguntasen dónde trabajo y usaría (y abusaría de) mi estrategia de evasión y balbuceo. Hasta que finalmente triunfara la insistencia o el silencio incómodo y ya no me quedara escapatoria y dijera bien bajito la "e" y la "a" juntas para que me entendieran y me diera vergüenza inglesa y me odiara mucho, mucho por dentro. Porque no podría ser de otra forma.


(2009)




"i" vs. "ea"
ready... fight!



23 de enero de 2010

▪ Linguistic Conscience I



ESTADO DE CASO: batalla perdida.


Lucho y rezongo contra queismos y dequeismos varios, pero hay uno al que me parece que no voy a poder ganarle jamás. En estos últimos días vi tantos, pero TANTOS “me di cuenta que”, que creo que en este caso particular la recurrente preposición “de” del español finalmente ha perdido la batalla. A estas alturas no es más que un recuerdo o un fantasma de “darse cuenta”.

Lo reconozco, yo también decía así y silenciaba la preposición (pobrecita, ¡es inocente!), pero aprendí que está mal (?) y ahora la resucito y digo “me di cuenta de que” (es culpa de la profesión, disculpen). Bueno, no sé si siempre siempre lo digo bien (?), pero trato de hacerlo y sé que al escribir nunca lo uso mal (?), porque siempre está ahí para atormentarme.

Y no es capricho: uno nunca se da cuenta algo, uno se da cuenta DE algo. Entonces reemplazás ese “algo” por una proposición subordinada sustantiva con función término de preposición y listo, así de simple. Ejemplo esclarecedor: me di cuenta de algo, ¿de qué te diste cuenta?, ¡de que quiero tomar un helado!, de eso me di cuenta, ¡de eso!

Pero bueno, aceptémoslo, es innegable que el signo lingüístico va mutando (y de Saussure se revuelve en su tumba, pero de felicidad) y el lenguaje evoluciona y la gente ahora habla así (y yo me sublevo y me opongo a la mutación y la resucito, porque no quiero que se vaya, mi querida preposición, no quiero el caos, no quiero darme cuenta algo).

¿El futuro? Quién sabe. Quizá las autoridades de la RAE terminen agachando la cabeza. Mientras tanto, en este período de transición preposicional, yo presto atención a lo que escribo y la resucito. Es como una alarma mental que se activa cuando piso esas letras, cuando me atrapan esas palabras. Territorio lingüístico. Manías mías.

Como que “bizarro” no significa bizarro pero acá lo usamos así. O que no debería haber trenes “a” vapor. O que decir “el día lunes” es un pleonasmo. O que está terminantemente prohibido usar dos puntos después de una preposición. Díos mío. ¿Qué sería de la vida de los correctores si no anduvieran sueltos los galicismos y los anglicismos y demás barbarismos? Con la cacofonía, como ven, me llevo bien.


(2009)





21 de enero de 2010

▪ Words, Words, Words



LA PALABRA

Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.

Pablo Neruda






20 de enero de 2010

▪ Afterthoughts of a Party



Odio los textos ficcionales largos e interminables, pero hoy es un día excepcional en muchos sentidos, así que ¡adelante con las excepciones (y las longitudes)! Pero antes, aclaro: ojo, yo soy muy positivo, casi siempre. Es más, puedo ser asquerosamente positivo y todo color de rosas, ¡todo!, y entonces la paz. Pero hoy no, ahora no. Así que si no querés, no me leas, porque me florece el mal humor como una enredadera en una primavera tormentosa (aunque sé que no me durará mucho) y no me hago responsable de la rabia momentánea que me brota y que no esperaba y que no quería, pero me brota. Además, lo que sigue es materia gris pura (y extensa, engorrosa) y te aseguro que no es agradable leer mis pensamientos llenos de paréntesis cuando hace calor y es (casi, para algunos, los no privilegiados) imposible lograr entenderlos (y es personal, mío, propio). Fluyen tan desordenados e ilógicos que arranco ahora mismo.

No me gusta que vengas a mi cumpleaños con mala onda y como si yo estuviera pintado para terminar yéndote así como llegaste veinte minutos después, porque tenías que estar en el trabajo a las 10 de la noche. Y encima me regalás un reloj. A ver… Sé que no es tu culpa, primo, porque no me conocés, pero… ¡Sorpresa! ¡Un reloj! ¡Justo cuando acabo de matar al mío acá, en la ficción! (Porque todo esto es ficción, no te olvides, ficción en serio, esto también.) Miento, el reloj me lo dio Leo, y me río ahora, como si importara quién hace tal regalo (ya está hecho, ¡ya está!).

Y después tenía que venir él, ya viejito, el padrino de mi hermana (los míos, no tan viejitos, no vinieron, ni nunca más van a venir, ya no pueden, así es la vida), tenía que venir él, ingeniero industrial (“ahí está, poné la bandeja en el centro, en una posición equidistante de todos los comensales”). Y por tercera vez en el verano (y sólo nos vimos tres veces) me preguntaste a qué dedico mi tiempo en las vacaciones (fue lo primero que me preguntaste, en los tres casos, lo primero). Y las tres veces con las mismas palabras y el mismo tono de voz. Porque yo puedo ser muy despelotado para varias cosas, pero con la palabra no, con la palabra no se jode. Y yo grabo lo que escucho y lo que leo y aprecio el lenguaje (y es problema mío). Y yo te di por tercera vez en el verano la misma respuesta (una amplia gama de actividades de mi interés), aunque realicé modificaciones en la selección léxica y sintáctica, porque odio las repeticiones innecesarias. Por suerte esta vez sí zafé de la pregunta “¿y a qué hora te levantás un día de semana?”. Sé que querés escucharme de nuevo decir que duermo hasta el mediodía para resongar porque vos tenés como doscientos años y en tu época los jóvenes… Pero yo si quiero duermo y duermo y no me importa. Es mi cama y es mi mañana. Y ni quiero pensar cuando se me acaben las vacaciones (ya pasó más de la mitad y el tiempo se agota, maldito tiempo) y llegue ¡el fin! y de nuevo tenga que programar el despertador/celular para que me corte el sueño a las 4.45 am y así pueda viajar (yo no voy simplemente, yo viajo a) la facultad. Igual te quiero porque me gusta mucho que seas uno de los pocos que razona, como (casi) todo ingeniero, y también emanás mucha tranquilidad, punto a favor. A diferencia de tu señora, que lo lamento en el alma, pero no la quiero y me reservo el derecho. No es intencional, pero de cinco comentarios que me hace (si es que llegamos a cinco), cuatro me desagradan y no sé para qué me gasto en seguirle el tren si igual es medio sorda y no me oye, ni te oye. No oye a nadie. Y hay que repetirle. Hay que gritarle.

Gracias, tío, porque no (me) hiciste nada y eso fue un oasis en el desierto. Pero tu esposa, ¡ay, Dios! Le traje dos diarios locales para ver si había salido publicado el fallecimiento de no-me-acuerdo-quién. Y dale con que tengo que robarle el auto a mi viejo o a mi hermana y salir a manejar por ahí (?) porque ella se arrepiente de no saber manejar, ella se arrepiente, ella. Y yo sé manejar y tengo mi registro, aunque no ande ahora en auto. Y lo sabe, pero le gusta decírmelo igual. Y que no hablen pavadas con eso de que mis tíos y primos no tenían mi celular porque yo soy más tímido que mi hermana, así dijo mi tía. ¿Y por qué yo sí tengo el celular de ellos? Porque las cosas se piden si realmente se las quiere. Excusas, quizás. Porque si me querían saludar, igual podían llamar al teléfono de mi casa (después de todo, ¡allí vivo!, ¡aquí, en mi calabozo!) o al teléfono de mi hermana, y ahí me encontraban (¡lo saben!). Pero bueno, desde la playa un “feliz cumple no tengo el número” al celular de mi tía (“¡mirá lo que te puso Juan!” me dijo y me hizo leer) lo arregla todo, aunque no tenga ni siquiera una coma. Igual ya está, cuando me pidió mi tía que le arreglara la hora de su teléfono (estaba adelantado, tuve que retrocederlo, retroceder todo, volver atrás y hacer más larga la noche), cuando me pidió que le cambiara la hora, también le agendé mi número (y también se lo di a mi tío antes de irse). Ahí lo tienen.

Y se fueron, ¡el fin!, todos juntos, y empezamos a hacer orden y a traer cosas a la cocina para lavar y los manteles y las sillas y a guardar todo lo que sobraba (comida para todos por un mes, más o menos). Y ahí mismo yo quería estallar porque ya se había acabado, ¡el fin!, y todo había vuelto a la normalidad, pero yo me sentía lleno de cosas como si Virginia Woolf me estuviera narrando a mí mismo (como si yo respondiera a su voluntad) y tuviera que ir de la cocina al living a decirle a nadie “fear no more the heat of the sun”, justo después de celebrar una fiesta, pero sin flores y con veintiún años (y sí, lo admito, me paré frente a una ventana a contemplar el cielo de noche, y no, no era Londres, and the leaden circles didn’t dissolve in the air). Y entonces mi papá tira sin querer un platito de cristal al suelo y se rompe y tardé un poco en convencerme de que no había sido yo el que había caído y se había roto en minúsculos pedacitos. Para qué, me pregunto ahora, si mientras secaba lo que mi mamá lavaba, quebré sin querer el borde de una copa. Inutilizable ahora, aunque el daño fue menor (el de la copa). Y así son las cosas, pensé, en la ficción.

Y el pantalón me queda chico (¡el horror!), y el cinturón me queda grande (¡la incoherencia!), y el reloj... Y mi mamá me dijo que me iban a regalar muchas remeras (omitió un detalle: invisibles).

Pero ya pasó y no todo fue negativo hoy, porque recibí ochenta y cinco saludos en el facebook (y sí conozco a los ochenta y cinco, no son gente equis), tres mensajitos de texto y cuatro llamadas por teléfono (¡gracias, gracias, gracias!). Hubo gente que no asomó cabeza, pero entiendo que son vacaciones y uno se pierde en el calendario como una vez hizo Esperanto y es lógico, es lógico, no los culpo. Por eso aprecio doblemente (y en algunos casos, los más sinceros, triplemente) a los que se acordaron (o les avisaron, no importa) y me saludaron, es decir, decidieron usar unos segundos o varios minutos de su vida conmigo, usarlos conmigo, hoy, y lo atesoro muchísimo. Y ahora —2.45 am, cuando termina (¡el fin!) la canción 20 de enero de La oreja de Van Gogh— voy a poner pausa a mi cerebro, ¡el fin!, y me voy a ir a dormir (¡y no me voy a levantar hasta el mediodía, señor ingeniero!). Lo bueno es que el mal humor se va (se seca la enredadera porque sale el sol con fuerza; la primavera tormentosa muere, quema el verano) y pesan muchísimo las cosas lindas del día (¡cómo se invierte la balanza!), porque hoy terminé de leer un libro excelente (y lo puse en la biblioteca, justo ahí, en ese lugar, donde sentí que tenía que ir) y también mejoré con el piano y empieza a sonar de mis dedos Comptine d’un autre été (aunque está difícil). Estas cosas lindas (me) pesan muchísimo, porque en definitiva hoy fue un día hermoso (maravilloso, con solcito fresco de verano), hoy fue cuando me saqué las mejores fotos con mi mamá, que tanto la quiero, en el fondo de casa, las mejores fotos y ella me hizo una torta fenomenal y no me importa nada más y sé que soy feliz, pero cada tanto necesito descargarme y entonces escribo (siete párrafos, siete), amo escribir, y después sí, soy feliz. Desconexión programada en 3, 2, 1.

(2010)






19 de enero de 2010

▪ Happy Tick-tack-day!



VENCEDOR


Después de tanto tiempo vivido, me cansé y dije basta. Estaba seguro de que había llegado el momento de ponerle fin a esa locura. ¿Quién se pensaba que era para controlarme así? Cuando faltaba poquito para mi último cumpleaños decidí vengarme. Elaboré un plan no del todo perfecto, pero que me permitiría lograr mi objetivo: que dejara de decidir por mí. Cuando oficialmente cargué con 365 días más —y encima tuvieron el tupé de felicitarme— por fin pude llevar a cabo mi venganza.


Entonces, sin explicarle nada, lo convencí para que saliéramos juntos a caminar esa tardecita. Le hablé bastante de mi infancia, de qué rápido que pasa el tiempo, de las cosas que vamos perdiendo. Le hablé de mi vida, de mi calabozo de aire, de las presiones sociales, del tiempo climático y del tiempo cronológico. El muy descarado ni se inmutó. Ni se dio por aludido, con esa mirada perdida tan típica de él.


Entonces, sin que se diera cuenta, fui desviando el rumbo. Lo conduje hacia las afueras de la ciudad y, después de mucho caminar, por fin llegamos al bosque.


—¿Ves que no te miento? —le dije. —Ya se hizo de noche… ¡Qué rápido que pasa el tiempo!


Me devolvió un silencio incómodo. Nada más. Lo que pasó después no lo sabe nadie. Los únicos testigos fueron la luna y las estrellas.


Entonces, sin decir una palabra, lo miré fijo, con maldad, como nunca miré a nadie. Mantuve esa fría mirada durante varios segundos, que mi víctima bien pudo contar (uno, dos, tres, cuatro…). Entonces, sin previo aviso, cerré rápido los ojos, respiré hondo, levanté mi mano derecha bien alto, dejé pasar dos segundos y la bajé velozmente, como si fuera un rayo. Arremetí sin piedad contra mi muñeca izquierda. Forcejeé con mis dedos. Logré liberarla. La solté de esas cadenas, de esa maldita correa de cuero. La victima cayó inconsciente a la tierra. La pisé una y otra vez hasta cerciorarme de que su corazón ya no latía, de que ya no hacía tictac, de que ya no tenía poder sobre mí, de que ya no me obligaría a sumar días, horas, minutos, segundos a mi vida.

Entonces, sin ningún tipo de remordimiento, levanté mi ex reloj y busqué un lugar donde enterrarlo. Un lugar en el que pudiera descansar en paz para siempre, en esa horrorosa eternidad a la que tanto temen los relojes. Un lugar físico donde dejarlo; porque en mi vida ya contaba con una ubicación temporal: era parte de mi pasado y yo era feliz y libre y vencedor.

PD: Las mañanas ahora no tienen fin.

(2009)





16 de enero de 2010

▪ Don't Interrupt Them! II



LA DESPLUMACIÓN PERBUTADA

Como no le agrada ni un poquito que la contradigan, la señora Jacinta se acerca a doña Rosa y ahí nomás le tira de un rulo bien enrulado hasta que logra desprenderlo totalmente del cuero cabelludo de su dueña. Pero doña Rosa no es ninguna santa (¡no, no!) y le retorna una desvestidura fatal que arranca hasta el último volado del vestido recién estrenado de la señora Jacinta.

—¡Atrevida! —grita a los cuatro vientos la señora Jacinta, con furia en los dientes, mientras junta del suelo los volados volados y se acomoda su vestido que, no está de más decirlo, es de satén azul, muy pituco. Con los volados ahora en los bolsillos, se abalanza contra doña Rosa y le impugna una emplomadura que le provoca una rotación pomular de 90° y por un momento se cree victoriosa mientras la victima empieza a sangrar. Pero por segunda vez doña Rosa le responde y arremete con su palo de amasar contra el sombrero hindú de Jacinta, que tiene plumas violáceas de algún ave exótica del África (el sombrero deja de tener plumas africanas y deja de ser hindú, claro), y ante el descaro de doña Rosa y su palo de amasar, la señora Jacinta se revoluciona y esgrime su inmensa cartera de charol vacía (que da vueltas y vueltas y vueltas en el aire) y así le aplaca uno a uno los restantes rulos enrulados, al mismo tiempo que doña Rosa, con un ojo morado pero más fuerza que un gorila, comienza a moretonearla por todas partes con su bolsita de pan recién comprado y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se aproxima el doctor Sánchez que se imposiciona estratégicamente entre ambas damas que poco de damas parecen tener.

—¡Ça suffit, ça suffit! —relincha el doctorandum, con la intención inminente de separarlas y evitar verlas a las dos próximamente en su consultorio. No ha terminado de forcejear cuando ya le están pateando el trasero, tirando del bigote, manoteando la billetera y ahorcándolo con la corbata, redoblando hacia arriba y palma al medio y dos estruendosos aplausos en las mejillas que ni les cuento.

—¿Te das cuenta? —proclama la señora Jacinta, olvidándose de todo.

—¡El muy metichoto! —gruñe doña Rosa, ya desenrulada.

Y ahí nomás se abrazan y se palmean las espátulas como si no se hubieran estado intercambiando más de cuatro esquiafos en plena turbulencia; así son las rocintas y las jasontas, mejor es no perbutarlas porque te encajan un sinfín de parulos y se quedan tan chochas.


(2010)





15 de enero de 2010

▪ Don't Interrupt Them! I



LA INMISCUSIÓN TERRUPTA

Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo ladea hasta el copo.

—¡Asquerosa! —brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivorearle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abrocojantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgandose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.

—¡Payahás, payahás! —crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado de halar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.

—¿Te das cuenta? —sinterrunge la señora Fifa.

—¡El muy cornaputo! —vociflama la Tota.

Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando más de cuatro cafotos en plena tetamancia; son así las tofitas y las fitotas, mejor es no terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas.


Último Round, Julio Cortázar






14 de enero de 2010

▪ The Clock is Ticking (and I'm Scared)



PATOLOGÍA: Miedo al tiempo


Todos les temen a las cucarachas, a las alturas, al encierro o a la oscuridad y yo, en cambio, temo que mi reloj cobre vida y me controle. Y sé que si me deshago de él, me controlará desde los relojes ajenos, con sus manecillas mandonas. Porque todos los relojes trabajan juntos, sincronizados, al unísono, igual que los mosquitos. Pertenecen a una misteriosa secta y conspiran en mi contra, lo sé. Pero yo conozco sus secretos y sus intenciones, sé por qué dicen que el tiempo es tirano. Y por eso temo que me controlen. Y por eso maldigo a quien inventó el reloj —sin saber quién fue— y me pregunto por qué, por qué tiene que haber tantos relojes en todas partes.

(2009)






12 de enero de 2010

▪ Thoughts Run Together

  
  
ENCHAÎNEMENT I
 
J’aime cette chanson, toi aussi, je sais, tu me regardes, je chante, tu souris, je suis heureux, je respire l’air que tu m’envoies, j’ai chaud, je découvre la vérité, ce n’est pas vrai, tu n’es pas ici avec moi, je deviens fou, sans remède, je te déteste, mes cafouillages, j’ai envie de te voir, je chante ce que je sens, tu respires, tu souris, j’écris et je te regarde, mais tu n’es pas ici et c’est mon coeur qui bat, et tu me manques, et tu t’ennuies de moi, sur l’herbe, seule, au fond du jardin, et je ne veux qu’être avec toi, voyager, et je te cherche, et tu me cherches, mais je ne te trouve pas, rien de rien, la porte, je cour vers la porte, tu n’es pas ici, l'orage est ici, où, où est-ce que tu te trouves?, tu ris, qu’est-ce que tu penses?, maintenant, au loin, le soleil, un rêve doré, aucune nuage, je respire, j’écoute la valse des monstres et je pense à toi, tes yeux, et je m’oublie d’oublier, personne ne sait que j’ai besoin d’avoir un parapluie blanc quand le ciel est gris parce que tu me manques et je repars à zéro.
 
(2010)
 
 
  

 
 
  

10 de enero de 2010

▪ Dreaming of Hell



¡Soñé que me iba de vacaciones a la playa! Pero la playa quedaba en Moreno y para ir nos tomábamos el 57. Bajón. Iba con dos amigos de la infancia y mi hermana. En un momento vemos que la mamá de mis amigos se subía a un colectivo, así que supongo que también venía con nosotros. Pero ese colectivo era para cuatro pasajeros solamente. Entonces vamos a sacar los boletos y yo entrego ahí en la boletería una carta que había escrito mi mamá, quejándose por el servicio que brinda la empresa y se produce una breve discusión. Lo último que recuerdo del sueño es que como el colectivo no llegaba, nos terminaba llevando mi viejo en su auto. Dato importante: no llevaba ningún bolso yo.


Sueño rarísimo. Es cierto que me quiero ir de vacaciones y a cualquier lado, pero la idea de irse de vacaciones se contrapone atrozmente a la idea de viajar en 57, colectivo que me lleva a la facultad hoy en día. Pero a la vez no es el presente, es el pasado, es la infancia, son Santiago y Josefina y su mamá. O quizás no es el pasado y ellos vinieron al presente. Pero hay algo que me falta. ¡Me falta el bolso! Algo que no te podés olvidar jamás si te vas de vacaciones. Mi mamá se queja, lo sé, y no quiero que se repita la historia y que su futuro se nuble con eso, aunque ya hubo un par de relámpagos. Eso sí que es triste. De todos modos, creo que la peor imagen del sueño es la de la maldita boletería, en plenas vacaciones.


(2009)






9 de enero de 2010

▪ I (dis)Like it Simple



Hace poco me dijeron que a mí me ponen feliz las cosas simples de la vida. Y es cierto, pero no tanto. Porque también me dijeron que las cosas simples son las más complejas. Y es cierto.

Por ejemplo, yo digo que me hace feliz subir una escalera. Me hace extraordinariamente feliz. Porque significa no sólo que puedo moverme, sino que también puedo ascender. Y desplazarse, en especial hacia arriba, es maravilloso. Me imagino (no, no me lo imagino) cómo sería no poder subir una escalera. Estar atrapado en una planta baja de un edificio infinitamente alto. Sé que existen ascensores, pero no es lo mismo que te suban. ¿Alguna vez lo pensaste?


También me hace feliz ordenar libros. Porque esos libros son partecitas mías. Es como ordenarse uno mismo. Y te encontrás diciendo “no, éste tiene que ir acá”. Y no decís el porqué, pero sabés que existe un motivo. Esa partecita tuya tiene que ir en ese lugar (porque…). Cada libro es especial. Cada libro lo leíste en un momento distinto de tu vida, cuando eras otro. Cada libro te hizo otro. Y sabés que si los hubieras leído en otro orden, ocuparían un lugar distinto en la biblioteca.


Correr muebles de lugar es renovar el espacio donde uno está. Es cambiar un poco el entorno para mejor. Porque de esta otra forma te gusta más o hay más espacio. Y entonces tus ojos ven distinto y tu perspectiva es otra y las cosas cambian y ¿quién sabe? en una de esas lográs divisar la solución a eso que tanto te aqueja. Correr muebles muchas veces es encontrar soluciones. Eso me hace feliz.


Buscar una palabra en el diccionario es tan aburrido e interesante como sublime. Imaginate (por favor, jamás lo hagas) una vida sin palabras. Es cierto que hay gente que no las valora, pero si vos estás acá leyendo las paredes de este calabozo es porque para vos sí tienen valor. Y a mí me hace feliz aprender una palabra nueva, aunque después la olvide o no la use. Sé que existe y sé que hay otras por descubrir. Buscar una palabra en el diccionario es conquistar territorio desconocido, crecer, aprender, matar al burro.


Que se te caiga un lápiz al suelo. Para alguno será lo más pavo del mundo. Te dirán que sos torpe. Para mí eso significa que tuviste en tus manos un instrumento de creación. Ese lápiz se te cayó porque lo estabas usando. Estabas escribiendo (y al mismo tiempo pensando, riendo o llorando, sintiendo) o estabas dibujando (sueños, la realidad, un círculo con palitos o todos los puntos de fuga que pueden caber en una hoja). Estabas creando. Y eso quiere decir que sos libre. O torpe para otros, claro.


Tener un bebé a upa es sostener la vida. Es saber que entre tus brazos hay un destino, hay tiempo desatado, un futuro incierto, un montón de experiencias por ser vividas. Es no saber si en tus brazos hay un potencial médico, abogado, traductor, astronauta, historiador o diariero. Es sostener toda una vida (¡y qué poco que pesa!), con sus aprendizajes, descubrimientos, momentos felices y tristes, sorpresas, enamoramientos, desilusiones, cansancio, esperanzas, deseos… y, por supuesto, la lista no tiene fin.


Comprarse un par de zapatos nuevos quiere decir que tenés (además de algo de dinero) muchas ganas de andar, de caminar y de avanzar. Como en el caso de la escalera, significa que sos libre para desplazarte. Significa que vas a pisar nuevas baldosas con nuevas suelas. Y siempre se aprenden cosas lindas yendo a un lugar que no conocés.


Otra cosa que me hace feliz es colgarme mirando las estrellas. Hay una que es mi favorita. La elegí después de que mi mamá me dijo cuál era la suya. La mía no brilla tanto como la de ella, pero titila más. Y me gusta mirar las estrellas porque me rodeo de silencio nocturno y paz. Es mirar el pasado. Vos seguramente sabés que eso es el pasado, pero hay quienes no lo saben. Que la luz tarda mucho en llegar a la Tierra, entonces lo que ves es el cielo años y años atrás. Entonces esa estrella que mirás quizás en este momento no existe, pero su luz todavía está viajando hasta tus ojos. Es algo real acá pero irreal allá. O irreal en todas partes, quién sabe.


Por supuesto también hay muchas otras cosas que me hacen feliz. Algunas menos complejas que éstas. Y otras un poco más profundas. Pero son muchas y eso es lo que importa.



(2009)






7 de enero de 2010

▪ When I Read, I Become Plural



MULTIPLICITY

I like it how I can be different mes at the same time. Today I was me in three different ways. All very different. At the same time. I was me reading her, Mrs. Dalloway. So focused. So absorbed. And then I stopped reading, looked up and talked to my mum and dad and I was me, their son. Completely different. Pure and amusing. And then I resumed my reading and I was with her again, in silence. And I read her, and I learnt her. And then I stopped reading one passage or another and I stood up and I was me, transformed, manifold. (And where the hell had time gone?) The after-reading me, so different, so full, so subtle, so sensible, so her, Mrs. Dalloway, so me, so us, so fused together.

Three times me. Many times me. And all of a sudden they? we? are one again, indivisible. A duplicated past. A different present. A richer self. A plural me.

(2010)








5 de enero de 2010

▪ Summertime = Jasmine



PRO(CE(SOS)) Y MANIFESTACIONES



- Pregunta poco original:
¿Cuál es tu aroma favorito?

(Cara falsa de me-muero-de-intriga.)

- Patrón matemático (irracional) de pensamiento:
jazmines = verano = vacaciones + familia = felicidad = tranquilidad = descanso + silencio = presente detenido

(Las neuronas empiezan a hacer sinapsis. Se producen cortocircuitos entre axones y dendritas. El milagro de la creación.)

- Respuesta mental (semiinconsciente) del escritor:
Mi aroma favorito es el del presente detenido, mientras descanso en silencio, en la tranquilidad de mi casa, con mi familia, en pleno verano, feliz, disfrutando de mis vacaciones, rodeado de jazmines florecidos por todas partes.

(Abre la boca. La cierra. Se da cuenta de dónde está y de quién le hizo la pregunta. Suena una alarma. Bajan las barreras.)

- Respuesta verbalizada:
El de los jazmines.

(Cara honesta de ah-bueno-está-bien.)

- Respuesta olvidada.


(2009)








4 de enero de 2010

▪ Silently Watching



LA VENTANA

Algo que tenés que hacer una tarde de verano no tan calurosa, a eso de las 4. Te parás frente a una ventana, corrés la cortina y te despeinas un poco los pensamientos con las manos. Y así con la mente bastante despejada y liviana mirás hacia fuera. En silencio. Todo lo que pasa ahí. En frente tuyo. La ventana puede mostrarte cualquier paisaje, cualquier situación, puede estar en cualquier lado: no hay ningún requisito especial. Vos mirá y dejá que el tiempo pase. Y sentí. Eso es la vida.

(2009)









2 de enero de 2010

▪ Embracing it All Outside



MI ALEPH II

Parado en una esquina, vi otra vez el Aleph. Sumergido en el bullicio del tránsito, vi todos los puntos del universo desde todos los ángulos al mismo tiempo.

Cerré los ojos. Vi mi interior y vi la calidez y el valor de un abrazo. Vi la serenidad, la armonía, el crecimiento. Vi un camino que ascendía. Vi pájaros y flores. Vi la prosperidad acompañada de sonrisas. Vi todos los colores en la palma de mi mano. Vi mi aura y sentí una profunda satisfacción.

Abrí los ojos. Vi a mucha gente a mi alrededor, pero la vi apresurada. Vi que cada uno era especial, aunque querían aparentar ser idénticos y ser sólo parte de una multitud monótona. Vi sus historias personales, sus pasados, sus mochilas cargadas de vida, y sentí dolor. Vi que no eran felices. Vi que algunos se habían vuelto adictos al sufrimiento. Vi la fortaleza de aquellos que caminaban con la frente en alto. Vi cómo cada uno tomaba decisiones y elegía cómo vivir moldeando su destino. Vi que la felicidad está en todos lados, pero no todos quieren verla. Vi que la verdadera inteligencia está en aquél que es feliz consigo mismo y potencia sus virtudes. Vi una constelación de sueños. Vi cómo todos a mi alrededor fluían, uno tras otro, infinitamente. Vi que ni el espacio ni el tiempo existen, sino que son ilusiones terrenales, invenciones humanas. Vi el caos perfectamente ordenado.

Vi la verdad y sentí miedo. Vi cómo se revelaban los secretos, cómo se deshojaban las mentiras. Vi que no estamos solos. Vi que el mundo no depende de nosotros, pero que nosotros sí dependemos de él. Vi la destrucción y también la esperanza. Vi que no existe un comienzo, ni tampoco un fin. Vi que nada está inmóvil, sino que todo progresa diacrónicamente, sin interrupciones, sin fases ni etapas. Vi que todo comienzo fue previamente un fin, y que todo fin indica también un nuevo comienzo.

(2008)







1 de enero de 2010

▪ Embracing it All Inside

   
   
MI ALEPH I

Una tarde de septiembre, estaba tan cansado que decidí recostarme. Casi de manera involuntaria, me concentré en un punto de un cuadro. Un punto que me permitió ver todos los puntos. Entonces, vi el Aleph:

Vi un centro que se expandió infinitamente, vi todos los centros a la vez y sin dificultad, vi a una mujer llorando, vi a su hijo, vi una cruz gigante, vi muchas piedras en un camino impecable, vi rostros acusadores y palabras filosas, vi la esperanza eterna, una colección de libros, una medalla religiosa y un anillo con la letra "E" grabada en él, vi un mundo oculto y un corazón puro, vi un laberinto lleno de trabas, vi todos los atardeceres, las cuatro fases de la luna, vi música a mi alrededor, vi una ventana, alas rotas y sin plumas, pero las vi extendidas, vi un ángel, vi un sol radiante y tormentas que se aproximaban, vi un arcoiris aunque no recuerdo dónde, vi un cascarón, vi cómo se quebró y dejó salir a alguien, vi la inseguridad, la soledad amenazante, el temor, vi un enigma imposible de descifrar.

Vi cosas que aquí no voy a (no puedo) describir. Quizás vi más de lo que quería ver. Pero lo vi todo: vi mi Aleph.

  
(2006)