"Caelum non animum mutant qui trans mare currunt"

5 de febrero de 2014

▪ Understanding Happiness

    
    
DEJAR FLUIR: sobre la felicidad, uno mismo y los otros

Soy autor de estas palabras, pero a medias, como siempre. Mi idea de felicidad, como mi idea de todo, viene un poco de acá y un poco de allá, de lo que otros dicen, lo que siento, lo que leo, lo que interpreto. Claro que la felicidad puede entenderse de varias maneras y por lo tanto ajustarse o no a distintos análisis. Para simplificar, digamos que me gusta entender la felicidad como la ausencia de sufrimiento. Si uno no sufre, es feliz, tiene que ser feliz. Es decir, parece simple y hasta zonzo, pero el gran secreto de la felicidad podría sintetizarse así: no sufrir. Es todo lo que se necesita. Si nada nos preocupa ni nos hace sentir mal, tenemos que poder ser felices en ese estado. Mi idea, como verán, se trata de una felicidad llana, un estado de plenitud. Para ser feliz no se necesita nada más, solamente no sufrir. Y esto nos lleva a hablar sobre el sufrimiento y sobre por qué sufrimos. Y claro, esto también se puede abordar desde distintas áreas. Dejando de lado cuestiones biológicas y científicas y abstrayéndonos un poco más, podemos asociar el sufrimiento al individualismo. Yo sufro desde el momento en que digo "yo". Pero no me refiero a sufrir por mirarse el ombligo y ser avaro. Puedo ayudar al mundo entero y sufrir de todos modos. Lo importante, creo yo, es cómo se encara lo que se hace, desde qué perspectiva, independientemente de lo que se haga. Si vivo mi vida desde mi individualidad, voy a estar cerrado a lo que me rodea. Puedo acercarme a otros y hacer miles de obras de bien, pero si me acerco desde mí mismo, con una barrera de por medio, voy a ser siempre ajeno, voy a estar siempre distanciado y por más de que haga contacto, no voy a sentirme realmente asociado a lo otro, parte de lo otro. No importa que levante la barrera, el punto es que la barrera no tiene que estar. Y esto es lo más difícil, porque todos vivimos desde nuestra individualidad. Nuestras vidas transcurren en torno a nosotros, desde que nacemos, y es normal que así sea. Vamos creando barreras a medida que crecemos para distinguir límites. Percibimos todo lo que pasa afuera desde el interior de nuestro cuerpo. Esa es la primera barrera, el primer límite: nuestra piel. Hasta ahí llegamos, ¿no? Vemos a través de los ojos lo que pasa frente a nosotros. Percibimos sonidos. Todo ingresa, llega a nosotros y después actuamos, exteriorizamos, en el sentido contrario: de adentro hacia afuera. Ése es siempre el punto de referencia, uno mismo, y por eso podemos decir que nuestra vida es nuestra, desde pequeños. Entendemos los límites entre unos y otros y vamos segmentando la realidad. Aunque claro, de esta manera, yo puedo controlar lo que hago con mi vida, pero no lo que hacen los demás. Y cualquier evento ajeno a mí mismo, a mis límites, puede hacerme sufrir si llega hasta mi interior. ¿Y entonces? Una forma de alcanzar la felicidad es entender nuestra existencia de otra manera. Si bien siempre sabemos que hay otras personas, hay que tomar conciencia de que esas personas viven sus vidas del mismo modo que nosotros. Ellos también "juegan" en primera persona, desde su interior. Pero en realidad, todos jugamos juntos un mismo juego. Si entiendo que yo no soy el único que vive mientras que los demás están ahí, sino que yo también estoy ahí para otros que viven, podemos lograr una mejor armonía. Es decir, mi existencia no acaba en mí mismo. Mi existencia abarca la existencia de otros. Mi vida, por lo tanto, es tan importante como la de esa otra persona que no conozco y que me crucé hoy por la calle. Si cambiamos el foco individual por el global y nos olvidamos de nosotros mismos, del límite de nuestro cuerpo, entonces ya nada puede hacernos sufrir. Todo sufrimiento es sentido por alguien, o no es sufrimiento. El sufrimiento siempre ataca a uno de manera individual. Puede atacar a varias personas, claro, pero a todas individualmente, y cada uno experimentará el sufrimiento a su manera. Y si yo no soy alguien, si me considero parte de un todo, no hay forma de que pueda sufrir. Porque lo que me pasa en realidad no "me" pasa, simplemente está pasando. Por eso digo que no es cuestión de qué hacemos o qué pasa, sino de cómo interpretamos lo que hacemos o lo que pasa. Si me echan del trabajo e interpreto mi vida como únicamente aquello que experimenta mi cuerpo, entonces sufriré, porque todo mi cuerpo se ha quedado sin empleo. Pero —he aquí lo complejo— si entiendo que yo soy parte de los demás y que todos vivimos todo, entonces sí, una pequeña parte de mi existencia se ha quedado sin trabajo. Y sí, esa pequeña parte tendrá que buscar un nuevo empleo, pero no sufrirá realmente si cuenta con motivaciones, objetivos y aspiraciones globales. Muy probablemente otra pequeña parte de mí tomará ese empleo. O quizás no lo tome nadie, pero habrá alguna otra pequeña parte de mí, de mi existencia global, que se beneficiará con eso que pasó. Es muy difícil aplicar a la vida diaria esta noción de existencia global (¿cómo experimentar la vida desde la posición de otro? ¿cómo meterme en su cuerpo o, mejor dicho, en todos los cuerpos a la vez y perder mi perspectiva individual?), pero creo que alcanzar esa noción de vez en cuando a través de la meditación ayuda muchísimo a poner las cosas en equilibrio, a entender qué importa de verdad y qué es irrelevante y a manejarse mejor en la vida de uno, porque claro, de ella no podemos escapar, tenemos que seguir jugando en primera persona sí o sí, pero el juego cambia completamente si logramos cambiar nuestra forma de ver las cosas, si entendemos de una manera distinta nuestra existencia, nuestra propia vida, que en definitiva siempre es también la vida del otro.
   
(2014)
    
   
    

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