MI ALEPH II
Parado en una esquina, vi otra vez el Aleph. Sumergido en el bullicio del tránsito, vi todos los puntos del universo desde todos los ángulos al mismo tiempo.
Cerré los ojos. Vi mi interior y vi la calidez y el valor de un abrazo. Vi la serenidad, la armonía, el crecimiento. Vi un camino que ascendía. Vi pájaros y flores. Vi la prosperidad acompañada de sonrisas. Vi todos los colores en la palma de mi mano. Vi mi aura y sentí una profunda satisfacción.
Abrí los ojos. Vi a mucha gente a mi alrededor, pero la vi apresurada. Vi que cada uno era especial, aunque querían aparentar ser idénticos y ser sólo parte de una multitud monótona. Vi sus historias personales, sus pasados, sus mochilas cargadas de vida, y sentí dolor. Vi que no eran felices. Vi que algunos se habían vuelto adictos al sufrimiento. Vi la fortaleza de aquellos que caminaban con la frente en alto. Vi cómo cada uno tomaba decisiones y elegía cómo vivir moldeando su destino. Vi que la felicidad está en todos lados, pero no todos quieren verla. Vi que la verdadera inteligencia está en aquél que es feliz consigo mismo y potencia sus virtudes. Vi una constelación de sueños. Vi cómo todos a mi alrededor fluían, uno tras otro, infinitamente. Vi que ni el espacio ni el tiempo existen, sino que son ilusiones terrenales, invenciones humanas. Vi el caos perfectamente ordenado.
Vi la verdad y sentí miedo. Vi cómo se revelaban los secretos, cómo se deshojaban las mentiras. Vi que no estamos solos. Vi que el mundo no depende de nosotros, pero que nosotros sí dependemos de él. Vi la destrucción y también la esperanza. Vi que no existe un comienzo, ni tampoco un fin. Vi que nada está inmóvil, sino que todo progresa diacrónicamente, sin interrupciones, sin fases ni etapas. Vi que todo comienzo fue previamente un fin, y que todo fin indica también un nuevo comienzo.
(2008)
1 comentario:
Creo que mucho de lo que decis haber visto es lo que causa, en gran parte, mi neurosis y el por qué de mi forma de ser/estar tan ermitaña.
Entiendo tu necesidad de escribirlo, el querer contarlo. ¿Qué otra forma puede ser más sana que la de expresarse, la de comunicarse, la de poner el alma en palabras, para conocer así nuestras limitaciónes, nuestros miedos, nuestra visión de la vida?.
Nuevamente y más que nunca, confirmo gracias a ésta, tu entrada, que la comunicación es la primera necesidad.
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