El primo de Casals, que se llama Héctor, la hache no se pronuncia, sabemos que está ahí esa pequeña letra, y nada más. Hay en mí algo hoy, también, que no se pronuncia, pero está allí. Tal vez sea mejor no encontrarle un sonido. Callemos. Ese coche que pasa en este momento por mi vereda y agita las aguas del charco ya se va alejando, ya no lo oigo, ya no ha dejado más que un hueco en mis oídos, pertenece al pasado, un pasado en que se encuentra con una algarabía de voces juveniles vitoreando a un equipo de volley perdedor, y él no vitorea a nadie, lo sé ¡cuánto más le hubiese gustado un partido de fútbol! y su silencio, su voz que no vitorea, también dejó un hueco en mis oídos. Héctor, tienes una extraña sombra en la mirada ¿y eres silencioso como la primera letra de tu nombre? (…) Héctor, quiero cambiarte el nombre... Alberto, o Amadeo, o Adrián, o Adolfo, ¿no te das cuenta por qué? porque así tu nombre va a empezar con «a», como alegría...
La traición de Rita Hayworth, Manuel Puig
4 comentarios:
esos monólogos interiores son de las mejores cosas de la literatura, he dicho (L)
Recorre tantos temas pero a la vez nunca pierde su hilo principal. Magnífico.
http://idasueltas.blogspot.com/
te extraño un toke sabias! y no se un pito de vos!
gran entrada
pásate!
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