Venía en el colectivo leyendo esto de Hesse:
—Piensa en la noche en que maltrecho y desesperado, saliendo de tu tormento y de tu soledad, te interpusiste en mi camino y te hiciste mi compañero. ¿Por qué crees tú, pues, que pude entonces conocerte y comprenderte?
—¿Por qué, Armanda? ¡Dímelo!
—Porque yo soy como tú. Porque estoy precisamente tan sola como tú y, como tú, no puedo amar ni tomar en serio a la vida ni a las personas ni a mí misma. Siempre hay alguna de esas personas que pide a la vida lo más elevado y a quien no puede satisfacer la insulsez y rudeza del ambiente.
—¡Tú, tú! —exclamé hondamente admirado—. Te comprendo, camarada; nadie te comprende como yo. Y, sin embargo, eres para mí un enigma. Tú te las arreglas con la vida jugando, tienes esa maravillosa consideración ante las cosas y los goces minúsculos, eres una artista de la vida. ¿Cómo puedes sufrir con el mundo? ¿Cómo puedes desesperar?
—No desespero, Harry. Pero sufrir por la vida, oh, sí: en eso tengo experiencia. A ti te asombra el que yo no sea feliz porque sé bailar y me arreglo tan perfectamente en la superficie de la vida. Y yo, amigo mío, me admiro de que tú estés tan desengañado del mundo, hallándote en tu elemento precisamente en las cosas más bellas y profundas, en el espíritu, en el arte, en el pensamiento. Por eso nos hemos atraído mutuamente, por eso somos hermanos. Yo te enseñaré a bailar y a jugar y a sonreír y sin embargo a no estar satisfecho. Y aprenderé de ti a pensar y a saber y a no estar satisfecha, a pesar de todo. ¿Sabes que los dos somos hijos del diablo?
—Sí, lo somos. El diablo es el espíritu; y nosotros, sus desgraciados hijos. Nos hemos salido de la naturaleza y pendemos en el vacío. Pero ahora se me ocurre una cosa: en el tratado del lobo estepario, del que te he hablado, hay algo acerca de que es sólo una fantasía de Harry el creer que tiene una o dos almas, que consiste en una o dos personalidades. Todo hombre, dice, consta de diez, de cien, de mil almas.
—Eso me gusta mucho —exclamó Armanda—. En ti, por ejemplo, lo espiritual está desarrollado y a cambio de eso te has quedado muy atrás en toda clase de pequeñas artes de la vida. El pensador Harry tiene cien años, pero el bailarín Harry apenas tiene medio día. A éste vamos a ver ahora si lo sacamos adelante, y a todos sus pequeños hermanitos, que son tan chiquitines, inexpertos e incautos como él.
Y ahí me detuve; dejé de leer; me separé de mí mismo. Había descubierto algo. Me había encontrado. Con mucho calor y algo de sed, después de un día largo y de mucho caminar, me acerqué a la ventanilla del colectivo. El viento me dio de lleno en la cara y fue hermoso. Vi el pasto infinito, los árboles, el cielo, las nubes blancas y el sol que se escondía de a poco en el horizonte. Las dudas se alejaban. Yo me acercaba. Me veía cada vez más claro. Y así me quedé largo rato, tildado, contemplando la nada y el todo. Me había encontrado.
(2010)
5 comentarios:
qué cierto, qué gran verdad
y qué grandes.
Hesse y tú, ambos :)
hay personas que son siempre un gran enigma, que lo serán siempre
pero es mejor y más bonito que sea precisamente así...
No hay nada más bello que el aire fuerte contra tu rostro y las nubes blancas moviéndose en el cielo azul, jeje parece q no distanciamos en estas hermosas pequeñeses... hay mucho por sentir verdad? espero que disfrutes cada alma tuya como lo hiciste en el colectivo, quién lo diría... :)
Saludos y un abrazo
pues sí.. intentaré hacerlo, habrá que buscar el azul perdido en alguna parte.. no puede andar muy lejos, no?
besos
M encantó Ed la reflexión que lograste. A mí también me fascinó ese libro, y acuerdo en que uno puede verse identificado fácilmente con unos o varios personajes. A veces uno es muy pensador, pero cuesta ser bailarín.
Descubrirse toma tiempo, ¡pero que placentero es el viaje! Suele sucederme algo similar... digo, eso de quedarse absorto con la mirada descentrada y los pensamientos medio alborotados. Así, entendiendome un poco más en medio del colectivo.
Beso grande !!
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