LA IMPOSIBILIDAD DEL PASADO
Atardecer dorado de otoño. Árboles bañados en sol. Salía del trabajo y cruzaba pensativo la plaza, cuando un grupo de niños pasó corriendo, jugando, riendo. Sus risas despreocupadas eclipsaban el sol, rebotaban en las hamacas y en los toboganes y se perdían con un leve eco en la brisa otoñal. Detrás de ellos vi venir una nube espesa de recuerdos: yo dos décadas atrás con menos preocupaciones y más optimismo, esa misma plaza mucho más joven y menos pisada, ese mismo banco donde me senté a ver un álbum de fotos (ahora) viejas, esas tardes de escondidas y rayuelas que parecían eternas… El olor a pasado recrudecía. Pero esa nube de recuerdos no alcanzó a los niños; se detuvo alrededor mío una vez que las risas pasaron gritando “¡Al río! ¡Vamos al río!”. Sentí ganas de decirles algo, pero no pude. Sentí ganas –en vano– de prevenirlos del paso del tiempo, de la crueldad que se oculta en el tictac del reloj. Sentí unas ganas desesperadas de irme corriendo al río junto con ellos, como si fuera uno más entre ellos, como si nuevamente tuviera diez años. Imposible.
Atardecer dorado de otoño. Árboles bañados en sol. Salía del trabajo y cruzaba pensativo la plaza, cuando un grupo de niños pasó corriendo, jugando, riendo. Sus risas despreocupadas eclipsaban el sol, rebotaban en las hamacas y en los toboganes y se perdían con un leve eco en la brisa otoñal. Detrás de ellos vi venir una nube espesa de recuerdos: yo dos décadas atrás con menos preocupaciones y más optimismo, esa misma plaza mucho más joven y menos pisada, ese mismo banco donde me senté a ver un álbum de fotos (ahora) viejas, esas tardes de escondidas y rayuelas que parecían eternas… El olor a pasado recrudecía. Pero esa nube de recuerdos no alcanzó a los niños; se detuvo alrededor mío una vez que las risas pasaron gritando “¡Al río! ¡Vamos al río!”. Sentí ganas de decirles algo, pero no pude. Sentí ganas –en vano– de prevenirlos del paso del tiempo, de la crueldad que se oculta en el tictac del reloj. Sentí unas ganas desesperadas de irme corriendo al río junto con ellos, como si fuera uno más entre ellos, como si nuevamente tuviera diez años. Imposible.
(2009)
3 comentarios:
A veces es dificil de creer cuando en esta sociedad tan maleducada y desaprensiva, aparecen personas de tan solo veinte años como vos y deslumbran a cínicas como yo con palabras correctas, honestas y hermosamente ordenadas.
Gracias por llevarme por un ratito a mi tierra natal: Mi niñez. Y con Yann Tiersen en la cabeza.
http://nenabienba.blogspot.com/
Ed,
no solamente la música de Yiruma si no el texto es precioso,lo leí en voz alta y es muy bueno
segui asi
Lamento haber perdido la inocencia....
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